A veces la vocación nos llega de lo que vemos cuando somos niños, de lo que hacen nuestros padres o abuelos, pero no es el caso de Gonzalo. Su pasión por la cerámica fue innata. Con apenas once años, siendo un chiquillo que correteaba por La Orotava, ya buscaba barro para hacer sus propias piezas. Comenzó haciendo collares y pintaderas, y des...
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