Recuerdo mi primer verano como mamá. Volvimos de vacaciones y dejó de pedirme brazo para dormirse la siesta. Me sentí triste, muy triste. Por la noche no solía pedirme brazo, ya que después del bibe se quedaba dormidísimo. Pero las siestas eran sagradas. Las siestas eran nuestro momento. El dormía mientras yo lo miraba embobada y me encant...
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