Me dicen con veinte años que a los cuarenta mi fuente de felicidad iban a ser los pequeños logros de los niños y lo mismo me pego un tiro. Así que era esto ser feliz, esta mediocridad tan reconfortante, el tacto gelatinoso de la corriente que me ha llevado a ser una más en el atasco, en la función de extraescolares, cada tarde cuando ...
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